Mirar la vida como un niño

ponerse como un niño o como un anciano para modelar su vida

El mirar la vida como un niño surgió la entrada anterior. Porque lo más inmediato es la experiencia de una madre y un padre. Por eso se lo preguntábamos a un niño.

Se señalaron varias ideas respecto de las posibilidades futuras de nacer sin la presencia natural de la madre y/o el padre.

Pero puede que la imaginación se quede corta, y se haga habitual esto que apuntábamos.

Especulemos también con un personaje que vamos a llamar coordinador de la unión de los ovocitos y espermatozoides, y que se servirá de la ingeniería genética y reproductiva, como titular sustituto de la madre y el padre.

Este personaje manipulador, tiene en su mesa unos elementos biológicos que no sabe ni de quien son, ni de dónde viene. Una lista de características que tiene que asegurar a través de la manipulación genética. Y un producto que ira bajo la tutela de alguien que no conoce.

A la carta.

¿Qué ocurre si una o más de las características demandadas salen de otra forma a lo especificado en su lista? No se sabe. Quizás una demanda por incumplimiento; que la otra parte acepte algo que consideran defectuoso; tirarlo a la basura y volver a intentarlo, acogidos a una garantía que daba el manipulador, …

¿Qué características se puede aplicar y cuáles no? La respuesta normalmente será demagógica. Que nos tratará de ingenuos. No se dirá abiertamente que la que desee el peticionario. O también la que desee el propio manipulador si en ese momento se siente creativo ¿Quién se lo va a impedir?

¿Por qué no quitar la característica de la libertad? Así desde el minuto cero el futuro niño obedecerá a la primera, comerá de todo, sacará buenas notas, y un largo etcétera. Y quien lo tenga a su cargo se ahorran el gran esfuerzo y cansancio que tradicionalmente tienen que emplear en estas tareas.

Cuestión de personas.

Pero al final, de lo que estamos tratando es una persona.

Por eso la expresión “ingeniería genética” tomada en serio, la podemos considerar explicativa. Hace referencia a la producción de “algo”. Esto señala la despersonalización y la reducción a la que está llevando a una persona concreta.

Porque se actúa sobre personas concretas, sobre niños concretos, sobre bebés concretos, sobre embriones concretos.

¿Acaso tienen menos dignidad que la tuya y la mía, la del manipulador, la personas que eligen las características, etc. que también somos concretos?

¿Nos podemos olvidar ahora, que la infancia tiene reconocida su indefensión, y que requiere de una necesaria protección?

¿No es esto volver a las cavernas, donde el fuerte en ese momento es el que sobrevive y tiene las de ganar?

Por otro lado, quien participa en esta forma de traer al mundo a otras personas, les gusta llamarse personas de ciencia, o madres y padres responsables. Pero quizás no sea adecuado el termino persona, porque eliminan la dignidad del más débil, para realizar su propio deseo, por no sé qué motivo. Y esto ocurre en medio de una sociedad que apela al cuidado de la naturaleza, pero permite lo más contrario a ella, maltratar a una persona desvalida.

Con frecuencia alegan la intervención para la curación de una enfermedad real, posible o imaginaria. Y con esto abren espacio para todo lo imaginable. Ojo, que en el sentido de sanación de enfermedad claro que tiene que ir la ciencia, pero con sus límites.

Contraste personal.

Estas personas “productores” de otras personas posiblemente manifiestan una tremenda ignorancia de quien son ellos mismos, por no suponer fines más espurios. No perciben la dimensión de la dignidad humana.

Pero es necesario que se paren un instante a pesar.

Seguro que defienden sobre sí mismos una dignidad irrenunciable. Y en su actividad, de facto se lo están negando a la persona que están produciendo.

Esto me recuerda posiciones totalitarias, el fin justifica los medios. La persona queda diluida en un todo social, en un todo científico, en un todo religioso, o un todo de cualquier tipo.

La bondad o maldad de los actos seguirán el juicio de los “productores”. Y el que logre estar en el culmen productivo, será casi un “dios”.

Prevalecerá su preferencia argumentado de forma artera. Si según su criterio prefiere las personas femeninas a las masculinas, las personas rubias a las morenas, las personas obesas de los que no lo son, las de una raza o las que son de otra, así será.

Y así se genera una nueva esclavitud. Unas personas de primera y de segunda. Como si uno de ellos fuese malo, y el otro bueno.

No es nuevo. Ya lo hemos visto en la historia. Ya lo vemos en el presente a poco que miremos.

Encontrar el camino.

Al mirar la vida como un niño uno ve lo importante. Ve una madre y un padre. Ve en los dos una forma de aceptarse a sí mismo. Acepta a los otros cómo son, diferentes e iguales en dignidad como personas.

Es la forma más natural de no excluir a nadie, sea de condición que sea.

¿Es una forma perfecta? No. Pero quizás sea la menos mala. Siempre hubo errores e injusticias que están asociadas a las condiciones humanas. Y sin duda hay que tratar de paliar.

Pero es posiblemente la forma más natural de integrar a la persona en la sociedad. Porque a pesar de los pesares, por una madre y por un padre somos queridos seamos como seamos.

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